
Los olivos ancestrales siempre encierran el misterio de como un ser vivo se atreve a retar a la eternidad, de como una planta, por donde discurre la savia viva siglo tras siglo, es capaz de sobrevivir a unas y otras civilizaciones.
Probablemente el olivo de Can Det fue plantado por los musulmanes, allá por el siglo IX, y fuera testigo directo de la reconquista de la isla por las tropas cristianas en el siglo XIII. Seguramente también el olivo de Can Det vio discurrir por sus bancales a las gentes del emergente Reino de Aragón en su plenitud y, ya en el siglo XX, también este árbol consiguió sobrevivir a la crisis del olivar en Mallorca donde muchos de sus hermanos fueron arrancados. Y ya hoy, en pleno siglo XXI, el olivo sigue aportando cosecha gracias al cuidado y mimo de sus propietarios, la familia Deya Canals, que moltura sus frescas aceitunas en el último molino de prensa de la Isla, el Molino de Can Det.
La cordillera montañosa Serra de Tramuntana, donde vegeta nuestro ejemplar, ha sido declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en su categoría de Paisaje Cultural, y más concretamente el Vale de Sóller, hábitat del Olivo de Can Det, se compone de impresionantes bancales de piedra seca donde nuestro protagonista esta escoltado por otros fabulosos ejemplares de parecido tamaño.